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Primera Semana
omo cada mañana al
levantarse, hacía un pequeño repaso a su vida, a sí misma, delante del espejo
del baño. Mentalmente hacía un recorrido por su identidad, por sus gustos, por
su vida. Sólo quería asegurarse de que era quien recordaba ser. Y pese a que
todo estaba como siempre, cuando terminaba de lavarse los dientes y se ponía
las lentillas, sentía en su interior que algo no encajaba, que alguna pieza del
puzle de su existencia no estaba en su sitio. Cada mañana la misma sensación.
Y para colmo había tenido de nuevo
aquel sueño, o pesadilla, como a ella le gustaba denominarlo. De vez en cuando
tenía esos sueños en los que recordaba a Mark, en la época en la que estuvieron
saliendo. Siempre comenzaban de forma bonita para ir tornándose en pesadilla
conforme iban avanzando. Lo mismo que ocurrió en la vida real.
Cuando
conoció a Mark le pareció el hombre perfecto, y al igual que ella, todas las
demás chicas del pueblo pensaban igual. Era un chico muy guapo, rubio con el
pelo muy corto y unos ojos azules de escándalo; era un excelente atleta y se
notaba que machacaba su cuerpo entrenando horas y horas porque parecía
cincelado por un antiguo escultor clásico. Vestía siempre muy bien y toda la
ropa que llevaba era de las mejores marcas. Todo le iba bien al muchacho.
A pesar
de que era un estudiante un tanto mediocre, siempre fue superando todos los
cursos, en gran parte ayudado por el Decano de la facultad de deporte. Mark era
su ojo derecho.
Pero todo
lo relacionado con Mark ya era agua pasada.
Once
semanas. Tan sólo once semanas más. Ya faltaba menos para terminar un curso
horrible. El tiempo se ralentizaba más y más, y los lunes eran los peores. La
sola idea de que aún quedaban cinco días completos de clase, de asignaturas
insulsas y profesores aburridos, hacía que el tiempo pasara muy, muy, muy
despacio.